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sábado, 18 de febrero de 2012

Angel de mi vida.

De lunes a viernes, levantarse, desayunar y rápidamente al colegio con un beso de despedida y hasta el siguiente día.
El sábado, pereza y ganas de jugar, pero los deberes son obligatorios y he de estar ahí y ser el Padre que durante el resto de la semana me es imposible. Duele y el dolor es tan intenso que veo como la falta de contacto nos aleja y nos convierte en extraños. Las divergencias se acentúan y veo como el tiempo corre velozmente y uno lucha contra reloj por ser el mejor para él, con la esperanza de ser ese PADRE que todo niño quiere tener y que casi nunca se consigue.

Ángel - ¡Jo! Papá, no quiero.
Papá - Ángel no empecemos, sabes que cuanto más tiempo tardes peor, menos tiempo tienes para jugar.
Ángel - No me importa, yo quiero jugar a algo. Esto me aburre.
Papá - Tenemos un trato, tú haces los deberes el sábado por la mañana y tienes todo el día para ti. Yo te corrijo los ejercicios y te explico todo lo que tu no sepas. Te ayudo en todo lo que puedo y tú no quieres hacer nada. Cuanto más tardes menos tiempo te quedará para ti.
Ángel - Siempre igual.

Esta historia se repite día tras día y es frustrante.